Queridas alumnas,
Hoy exploraremos un aspecto fascinante y a menudo pasado por alto de la hidratación, no en vuestro caso que ya me habéis preguntando en varias ocasiones: ¿Debemos optar por el agua fría, templada o caliente? Preparaos para descubrir cómo la temperatura del agua que consumimos puede influir en nuestro bienestar y en la forma en que nuestro cuerpo regula su equilibrio interno.
El arte de la temperatura
Para comprender mejor la relación entre la temperatura del agua y la hidratación, es interesante observar las costumbres de diferentes culturas. Por ejemplo, los bereberes del desierto han perfeccionado el arte de tomar té sumamente caliente. Para ellos, esta bebida va más allá de la mera hidratación, es casi un alimento esencial en su estilo de vida.
En Occidente, en cambio, tendemos a preferir refrescos fríos o bebidas a temperatura ambiente para saciar nuestra sed. Sin embargo, ¿qué efecto tienen estas preferencias en nuestra salud y bienestar?
Termorregulación
El cuerpo humano es sorprendentemente adaptable y eficiente en la forma en que maneja la temperatura. Cuando consumimos agua, nuestro organismo trabaja para mantener una temperatura interna constante y óptima. Aquí hay algunas consideraciones clave:
- Agua fresca (12º C – 15 ºC): Optar por agua fría puede tener un impacto beneficioso en la termorregulación. El cuerpo gasta energía para calentar el agua fría a la temperatura corporal, lo que puede ayudar a acelerar el metabolismo temporalmente. Además, el agua fría puede proporcionar un alivio refrescante en climas cálidos y después de la actividad física intensa. Pero ojo, el agua muy fría debilita el vientre, los intestinos, la vejiga, y resta vigor a los músculos, provoca sensibilidad en los dientes y debilita la garganta.
- Agua templada o caliente: Aunque el agua caliente no es una elección común para la hidratación en Occidente, en otras culturas se valora su capacidad para brindar calidez y confort. Algunas investigaciones sugieren que el consumo de agua caliente puede ayudar a relajar los músculos y aliviar la tensión. Además, el calor del agua puede fomentar una sensación de saciedad y bienestar.
Cuál es la mejor opción
La respuesta es que no hay una única respuesta correcta. La elección entre agua fría, templada o caliente depende en gran medida de tus preferencias personales y las circunstancias en las que te encuentres. Si te sientes a gusto con el agua fría y disfrutas de su efecto refrescante, ¡adelante! Si buscas un momento de relajación y calidez, el agua templada o caliente podría ser tu elección. Personalmente considero que es mejor beber agua a temperatura ambiente o fresca pero no muy fría ya que supone un choque térmico interno que considero que puede ser muy perjudicial. Así que si es posible huye de las bebidas heladas, los cubitos, etc. Toma agua del tiempo o fresca si te sientes acalorada y calentita si deseas un efecto relajante.
En última instancia, lo más importante es mantenerse hidratada y encontrar la temperatura del agua que mejor se adapte a tus necesidades y sensaciones. ¡Explora, experimenta y escucha a tu cuerpo mientras disfrutas de la maravillosa diversidad de opciones que nos brinda el mundo de la hidratación!
Hidrátate con placer,
¡Qué la salud te acompañe!
Virginia Quetglas
Naturópata y Profesora del Curso “Hogar Consciente”
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